el sexo idiota

Ésta es nuestra colección de textos. Sexo Idiota es un grupo literario abierto. Nos reunimos de forma itinerante y poética en varios lugares de Quito.
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domingo, 22 de febrero de 2009

Bumerang

Lo primero que Matilde ha hecho al llegar a casa ha sido pararse frente al espejo del tocador. Ha desistido de romperlo después de enfrentarse con la expresión de su rostro, al que había imaginado triste pero que ahora percibe duro, frío e infinito, como si no fuera el suyo sino el de otra que la mira desde el fondo de otra habitación en otro mundo. Ha visto sus ojos enrojecidos, húmedos y distantes. Se ha visto a sí misma, payaso patético, negra de rímel casi hasta el cuello. Ha visto el horizontal rigor de la boca que se niega a manifestar emoción alguna. Se ha visto toda, de cuerpo entero, deslizando la mirada con paciencia sobre cada milímetro, detallando cada rincón, evaluando cada curva para entender el rechazo: tal vez la nariz pequeña, la finura del cuello, la seductora desnudez de los hombros; quizá la prominencia de los senos, la estrechez de la cintura, la firmeza virginal del culo; o la amplitud de las caderas o la suavidad de los muslos o la altura tan alta de los tacones que han hecho perder el equilibrio a más de un atrevido mirón.
Ha llorado por la decisión injusta de Felipe. Desde la primera vez que lo vio comprando cigarrillos en la tienda del barrio supo que ese churonsito de ojos verdes estaba hecho para ella, y había que acercarse y saber quién era y poder ser su amiga, cada vez más amiga; y alegrarse porque lleva un año sin mujer, y aprender de sus gestos, su vida y sus gustos más que de moda y de maquillaje. Con maniobras de felina cazadora logró ser su confidente y celebrar su cumpleaños; ser feliz porque él le dijo que estaba buena, aunque el tono haya sido de amigo, y las fiestas y el estadio, y luego la intimidad y saber que es todo un caballero porque el fin de semana se fueron solos a la playa y él no se atrevió a tocarla, hasta que el domingo ninguno pudo resistir la cercanía y ambos "tengo que decirte algo", "tú primero", "mejor tú", y la sonrisa ansiosa de Matilde creyendo que se dirían lo mismo, y luego la decepción, el llanto y mejor no decirle nada, para qué, después de semejante confesión.
Regresaron a la ciudad, él manejando y ella simulando ser la amiga comprensiva que se necesita en esos casos. Al llegar a casa, Matilde se ha mirado al espejo, y entonces ha comprendido que el error ha sido ella desde el principio; ella y tanta dieta, y tanto esfuerzo, y tanto quirófano y tanta convalecencia, porque la opción de Felipe al descubrir que le gustan los hombres hubiera tenido más sentido si, en lugar de llamarse Matilde, hubiera seguido siendo Roberto, como antes de que el doctor, bisturí en mano, le fabrique una vida distinta, poniendo arriba y cortando abajo, dejando sólo el vertical rigor de unos labios que ya nunca recibirán a la virilidad de un Felipe que seguirá siendo Felipe a pesar de las circunstancias.

Javier López Narváez

3 comentarios:

  1. super bien narrado
    na mas un poco obvio el final

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  2. Lo se, parece obvio. Pero creo que a medias. Si lees el último párrafo con más antención tal vez no lo sea tanto. En todo caso sí te dije desde un principio que no le tenía mucha fe a este texto. No se cómo sostener la tensión narrativa en algo tan corto.

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  3. Un comentario que me llegó al mail de un amigo escritor que vive en México:

    "He leído los textos, con el de bumerang tengo una extraña sensación, creo que el uso de la tercera persona es adecuado, y que las descripciones iniciales son muy buenas, sin embargo el giro de tuerca del final no me convence del todo, creo que es un poco exagerado, de alguna manera el lector está anticipado de que algo no salió bien en la relación que tiene la protagonista, y espera un golpe en ese sentido, pero lo de la operación es un poco descabellado, más aun si no existen pequeñas pistas que delaten la llegada del final, acercamientos psicológicos, un pequeño pasaje que nos descubra la sexualidad del personaje, no necesariamente su transformación, pero si una cierta ambigüedad que le vendría bien a la trama. La solución que utilizas finalmente es de humor negro, pero creo que el texto es aun demasiado solemne como para que funcione del todo."

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