el sexo idiota

Ésta es nuestra colección de textos. Sexo Idiota es un grupo literario abierto. Nos reunimos de forma itinerante y poética en varios lugares de Quito.
Tenemos un zine (publicación) y hacemos recitales/open mics.
Si quieres unirte escribe a sexoidiota@gmail.com

martes, 29 de diciembre de 2009

dejando el porno

feliz
con los textos azules
en la exposición de los rebeldes
revelaciones
y años por transcurrir
ocupaciones múltiples
del alma en el color de los cristales
el azul
el azul
el azul
de los cuadros azules de picasso
naturalezas muertas de pajaros vivos
still life of death birds
dejando el polvo
dejando el porno
dejando los remezones
para cuando vuelva a tener sexo
dejando los agujeros para el queso
el cotidiano
el fin
el ex presidiario
hecho la bandera del país
todos los mensajes contradictorios
el cable a tierra
la muerte esperada de los aniñados
el desencuentro hippie
franqueza que te desencaja la mandíbula
y un beso en la boca de mi mujer

eso le pido al 2010

truly gómez
12/30/09

lunes, 28 de diciembre de 2009

azín (a sarah)

aras de perros dormidas

azul
salado
azín

soldado
del-fin

purpurinas de máquinas y rosales dulces
concubina de la nube
vagina-borrador de las viscosidades

la maternidad de tu cueva
en mi cueva


Santiago Soto
12/28/09

domingo, 27 de diciembre de 2009

un bosque glow in the dark

de paraguas abandonados
de bull dogs adorables
de blues ese a
y punks anorexicos
constante encanto de baratijas
el fin de mi alma en los brillos del parket
verde
azul
fosforescente
camina entre los mazos y las cortinas
verbena de frutos al azar
cosecha de bombillos
en trizar
constante
esqueleto
y brillo de mi bosque
glow in the dark



truly gomez
12/27/09

martes, 22 de diciembre de 2009

letras en la arena

es la caminata de todos los días, es el respirarte cada vez, es la fuerza del mundo bajo y sobre mis pies, es la promesa que decidí cumplir hasta el fin de mis días, es la palabra regada sobre el jardín, es el agua corriente, es el susto en la calle y en la selva, me pide que siga, despierte, te busque, me busque, busque todo y nos busque hasta nunca encontrarnos, pues, porque ya nos encontramos hace fu y lo olvidamos, deshacemos el castillo de arena que armamos otra vez, tantas veces, el tiempo se ajusta a sí mismo, a nosotros, reloj de arena mutante, impredecible y tranquilo como respiración, como sueño desleído y recobrado, entre tantos sueños con que deformamos el tiempo o lo informamos y nos informamos hasta tener mucho y poco al mismo tiempo, cuánto quieres que te diga o nos diga o me diga dueños de todo y de nada, tantos días escribiendo sobre la arena y borrarnos, sin miedo ni esperanza, deseosos de un mundo nuevo, todos los días irrepetibles como los sentimientos diversos en las mismas canciones, en los repituches del tiempo, tantos repituches engañan al tiempo, sueñan al tiempo y escapamos o no o solo escapo yo o solo tú y nos engañamos engañando al tiempo, tanto tiempo de engaños infinitos, interminados, tantos sueños que se volvieron recuerdos, sueños nuestros, tuyos, tan sensibles y olvidados como el viento inevitable, el polvo, la arena inconsciente de nuestras historias en su espalda, espalda de la tierra, espalda de sueños, caricia del mar viajero, destino de los navegantes que dejaron el tiempo en casa, como un recuerdo, como una nostalgia, cuánto dolor provoca el regreso necesario e imposible, cuál ilusión de que la muerte no existe, ni el cambio, ni el tiempo, cualidad de engaño que tienen todos los espejos y fuera de ellos nos transformamos, como se transforma a sí mismo el tiempo, en palabra de otro, somos testigos del otro más que de nosotros mismos, somos testigos de nosotros y de otros, como el mar es testigo de la arena y viceversa y en su amor ambos testifican por el otro, con el otro, contra el otro, hacia el otro, defienden su palabra, defienden su vida y su muerte, su memoria de ellos, de nosotros, lectores de sueños, escritores de sueños, constructores de sueños en la arena

 

Don D. Dantés

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Asedio

¿Qué busco?
Busco mi rostro,
pero está solo el espejo.

Un hombre desciende
empapado de sonrisa,
abrasado de cordura,
embarrado de asombro.
Un hombre desciende.

Cabalgata absurda su mirar:
discos de plata, o verdes,
ladean, uno a uno,
constreñidos y escépticos...
Discos de plata o verdes.

Su camisa blanca o lino
y su chaqueta emblema,
¡ay!, se multiplican.
Son seis ojos que me miran
y ¡ay!, se multiplican...

Busco mi rostro,
pero está solo el espejo...

¡Qué busco!

domingo, 13 de diciembre de 2009

eso de querer a alguien

con esta angustia
con los huesos rotos
con calculadora y amasadora
con entretiempos y contrarelojes
mazorcas de maiz
con pruebas del objeto
esto de querer a alguien
que no tengo
ese deseo
que no siento

y me hace un mutante extraño
a mi propia especie
a este tumulto
de incapaces
moribundos
amores
agazapados


gabriel gomez
12/13/09

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Ecuador y sus letras de bajo perfil

Como a veces le pasa a la selección de fútbol, se jugó bien, pero faltaron goles; de modo que en el mundillo de la literatura local todavía se lamenta que “Jardín Capelo” no haya alcanzado el premio Rómulo Gallegos de este año, aunque la misma Elena Poniatowska haya dicho que la novela tuvo buenas posibilidades de triunfo.

Esta circunstancia no podía ser más oportuna para quien esto escribe, que estuvo elucubrando durante trece días sobre cómo abordar el delicado y escabroso tema de los “escritores de bajo perfil”. Ahora, mientras los que componen el catálogo de la literatura nacional contemporánea se ponen a favor o en contra del jurado, quizá estas líneas no pasen desapercibidas del todo.

El problema es comprender qué son los escritores de bajo perfil, de qué están hechos y para qué sirven.

Talvez podríamos empezar diciendo cosas como “son de bajo perfil, pero de buen nivel”; y desparramar una retahíla de argumentos con el afán de convencer al lector de que en Ecuador, alejados del catálogo anterior, existen unos seres clandestinos, cuasi interplanetarios, que de día viven con la pasmosa normalidad del estudiante de leyes, o la del oficinista común y corriente, y por las noches se transforman, por obra y gracia del insomnio, en elementos de esa vanguardia literaria que el país está esperando hace años. Una suerte de kriptonianos infiltrados, entre los cuales no sería raro encontrar algún reportero silencioso y bonachón.

Ayudaría mucho hacer una lista de nombres, por supuesto desconocidos, aunque su existencia sería desmentida con el ejercicio sencillo de explorar la guía telefónica.

O talvez podríamos ensayar la idea opuesta y decir “piensan que tienen buen nivel, pero son de bajo perfil”.

Claro, tal afirmación sin duda afectaría a los del catálogo, que de inmediato abandonarían sus apacibles reflexiones en torno a los resultados del premio venezolano para arremeter contra el que suscribe, para lo cual soltarían engorrosos textos sobre literatura nacional y sus propios aportes a ella; y sobre la noble gestión de impulso a los nuevos autores -alumnos y seguidores del catálogo- que las entidades culturales del país han estado desarrollando en los últimos años.

Por eso, para evitar problemas que sobrepasen los tres mil caracteres, mejor comenzar con la afirmación de la escritora mexicana, y apelar al orgullo nacional del lector desprevenido.

Aunque sería más honesto decir que en general, toda nuestra literatura es de bajo perfil. Decir que hoy, cuando los ojos del mundo se posan en las letras latinoamericanas, parece que nuestra pequeña comarca, con todo y sus premios y sus fondos concursables, se va a quedar otra vez sin un representante, porque desde la sexta década del siglo anterior no aparecen narradores con la sensibilidad para construir historias fuertes y trascendentes.

Y decir que aunque ya se escucha hablar de un tal Zaldumbide, que estando alejado de los dimes y diretes del mundillo de la cultura se ha convertido en el único compatriota incluido en la “Antología de la novísima narrativa latinoamericana” que Mondadori publica este año, una golondrina no hace verano; y que ojalá el tiempo, que todo lo puede –para apelar a un recurso de bolerista empedernido- logre arrebatarle al suscrito algo de la razón sobre la que se sostiene toda la vanidad de estas líneas breves.

(Texto publicado en el Número 68 de Revista La Casa - versión sin editar)