Al golpear contra el suelo su cabeza produjo un ruido seco, la sangre empezó entonces a formar un pequeño camino que se metió a una pequeña grieta de la acera y que luego tuvo como destino final la alcantarilla.
Mientras, María contemplaba desde arriba. Piso 6, una terraza vacía, no hubo testigos. Parecía que tan solo pasaron unos cuantos segundos entre sentir el corrientazo de peligro en su espalda y ver como ese hombre con las pupilas dilatadas y balbuceando obscenidades salió de atrás de los tanques de agua para abalanzarse sobre su cuerpo. Ella no pensó dos veces y de una patada le alcanzó la cara, vio que el extraño perdió el equilibrio y protegiéndose la cabeza siguió pateando con todas sus fuerza hasta arrinconar al sujeto justo en el borde de la terraza, bastó un empujón y el resto fue verlo caer y caer en un inexplicable silencio que tan solo fue interrumpido por el sonido de su cráneo roto.
María siempre se había preguntado como reaccionaría ella en caso de darse la presente situación, jamás se imaginó que tendría la fuerza ni la voluntad para defenderse así.
Cuando bajaba las gradas de dos en dos empezó a sentir nauseas, al llegar al segundo piso entró corriendo a un baño para el personal del edificio y vomitó todo lo que había almorzado. Lo que más odiaba de vomitar era esa impresión de vacío que le quedaba en el alma, donde quiera que esta se encuentre.
Ya en la calle alcanzó un taxi que viraba por la esquina siguiente, le pidió al chofer que le llevara al Parque Inglés. Cuando llegó María encendió un cigarro y se sentó en la banca donde desde hace más de 15 años se sentaba cada vez que estaba asustada. No quería ir a su casa pues sabía que nada más llegar sus padres empezarían por preguntar por qué llega tan tarde y si se da cuenta de lo esforzados que son ellos y lo desconsiderada que es su actitud. Así que se quedó en el parque, la banca le era tan familiar que percibía su roce casi como una caricia consoladora. Sentía como la adrenalina poco a poco iba dejando paso en su cuerpo a un horroroso temblor de piernas, las lágrimas comenzaron a subir por la garganta y en fuertes sollozos fue sacando de sí misma todo el terror, el sentimiento de abandono y la estúpida culpa que sentía por no haber pedido auxilio; de alguna forma se fue acurrucando en la banca y dejando su mente en blanco se quedó dormida.
Despertó cuando clareaba el día, su abrigo estaba tan helado que parecía mojado, en el parque no se encontraba un alma; María se preguntó cómo había podido dormirse ahí en ésa banca en medio de la soledad rodeada de árboles y el murmullo de la ciudad; se incorporó y caminó hacia su casa al otro lado de la calle, al pasar por la garita del guardia del condominio en el que vivía vio que éste dormía un sueño profundo y pesado, no la oyó entrar, todo parecía indicar que la sensación de seguridad de los vecinos del condominio no era más que eso: una sensación.
Una vez en su habitación María intentó dormir, la posibilidad del insomnio le horrorizaba, lo único que quería era dormir, dormir y olvidar. Dos horas más tarde la presencia de su madre que le cobijaba le despertó, sus piernas le dolían con un dolor profundo que iba hasta el hueso, era el frió del parque y el susto que se habían instalado en su cuerpo.
Luego de bañarse y vestirse se miró al espejo, y se dio cuenta con miedo de que se había puesto la ropa que le hace sentir fuerte, ella que solo quería olvidar lo que la noche anterior había pasado, ella, inconscientemente, se estaba preparando para otro día de lucha. Salió de la casa con la sensación de usar un disfraz.
María miraba su sombra pensando en lo frágil que era, estaba cansada, cansada de estar en esa casa que no sentía suya, cansada de pensar que la gente que le rodeaba de alguna forma le negaba la posibilidad de ser débil, de derrumbarse (María tienes que ser fuerte, María tienes que cumplir tus metas, graduarte, tener éxito, no te puedes quedar embarazada, no puedes tener vicios, da el ejemplo, etc.), injusto, malditos sean ellos solo alimentan una rabia grande dentro de mí misma que me come el alma.
La percepción de la justicia tan solo es eso: una percepción.
María en la universidad está encerrada en cuatro paredes, en 430 paginas que tiene el texto de historia de América Latina, en la pregunta que el profesor lanza sin estar seguro de la respuesta... En la calle es alguien que camina solo, su soledad constituye el casco y la armadura para enfrentar lo de cínico y descarnado que la realidad tiene, demasiado duro esto de vivir.
Cada piropo o patanada venida de rostros sin nombre en la calle le molestan tanto que le duelen, quisiera regresarse, no hacerse la sorda, contestar algo más obsceno, ofender, golpear. Malditos sean ellos otra vez, yo que me siento tan débil, siento el vivir como una carga, los días no cuentan para mi.
Ser débil, vulnerable, para María es aparentar, solapar su fuerza, hacerse el juego; resistir y mantenerse viva en el cotidiano tan solo servía para sorprenderse a sí misma.
Irónicamente, y gracias a este juego de sorpresas, María cree en la vida, pero en la vida fuera de ella, su optimismo es un eje diametralmente opuesto a su vida misma, ama la naturaleza, tiene fe en el señor que vende el periódico, en el agente de transito que ve todas las mañanas, en las grandes luchas, en la gente, aunque ella no se sienta parte de eso llamado gente.
Para ella tan solo la lucha vana, está segura que va a perder.
María cruza una y otra vez las calles que le llevan al sector donde se encuentra la Universidad, al salir de clases siente como si respirara otra vez, pero al cruzar la puerta blanca que da a la calle le entra un miedo gigante, todo un recorrido de ciudad ajena antes de llegar a su casa y sabe que cuando este ahí, volverá el delirio ambulatorio y querrá salir y así en círculos de angustia que no acaban. Se sube un bus marca Mercedes Benz placa no. PIR 879 Cooperativa CATAR, ese tipo de detalles le anclan la existencias, le aportan algo de real; María casi nunca toma este bus, pero ya estaba harta de la conversación tonta y comprometida socialmente de sus compañeros y cogió el bus que primero asomó por la avenida, 15 minutos más tarde se da cuenta de que acaba de pasar por el edificio de la noche anterior, un afán por comprobar el espacio hace que se baje del bus y se quede mirando, absorta, la silueta que hay dibujada en el piso, se imagina que al recoger el cadáver los policías marcan la silueta y toman fotos y huellas, esas cosas que se ven en las series gringas que ve en la tele su papá; pero que estúpido es pensar eso si es obvio que en esta ciudad de mierda a la gente no le importa ver un muerto tirado en la vereda, seguramente lo encontraron hoy ya entrado el día y no se lo llevaron enseguida porque con la cantidad de borrachos tirados que amanecen en las calles uno más no llama la atención, y cuando se dieron cuenta de que estaba muerto los presentes en el hallazgo, luego del susto y la primera impresión, se alegraron de tener algo interesante para contar.
María tiene la plena certeza de que ayer nadie le vio entrar ni salir, milagrosamente, el guardia de recepción del edificio no se encontraba en su puesto, ella paso de largo, el ascensor estaba vacío, tenía un nudo en la garganta que aumentaba de tamaño conforme iba subiendo de piso, en el piso 3 casi se arrepiente y manda a parar el ascensor pero siguió; un suicida no termina de serlo hasta que logra su cometido, antes es una persona que piensa en la muerte, en la suya. Maldita sea yo quería morir y lo único que logré fue hacer que otro muera.
Cuando llegó a la terraza se sintió como quien llega a un lugar familiar, pese a haber estado varias veces en el edificio, María jamás había estado en la terraza hasta la noche de ayer, hace dos años que José se había ido, el departamento estaba vació, ella no había vuelto desde esas fechas, curiosa inconsciencia decidir conjurar la muerte en el lugar donde había vivido tan intensamente.
Desde la terraza María contempla como la tarde se va, ya no siente el alborozo ingenuo que sentía cuando era adolescente y miraba el crepúsculo, ahora sólo es algo lindo en lo que de vez en cuando se fija.
De lo sucedido anoche no cala nada aún en su consciente, es como si tuviera que incorporarlo al cotidiano para que sea real; es por esto que vuelve al edificio, y se queda en la terraza mirando la tarde y recordando como pasaba
horas enteras con José mirando el cielo en su cuarto.
El vacío empezó cuando él se fue, luego no ha hecho más que agrandarse dentro de sí, llenándola de nada.
No ha tenido noticias de él desde hace meses, cuando ella cayó en cuenta de que sus mails y envíos no eran más que estirar estúpidamente el recuerdo, querer seguir creyendo en algo que ya no es. José llamó una o dos veces hasta que luego pareció entender lo que quería decir su silencio.
Ahora María cansada de tanto ayer y ya que la tarde terminó su agonía se va, al pasar por el puesto de recepción el guardia, reconociéndola, le saluda y le pregunta si se confundió, que ya toda la familia salió para el Cementerio; ella se queda mirando sin poder entender lo que dice, hasta que el guardia al fin dice la cadena de aclaraciones que obligadamente tiene que venir luego de semejante mal entendido del destino:
-¿Qué no esta enterada? Y mirándola con pena agrega,
el jóven José falleció ayer, le encontramos a la madrugada tirado en la calle con la cabeza y el cuerpo rotos, se había lanzado desde la terraza, nos pidieron a mi y al guardia del turno de la noche que no digamos nada pero yo le comento a usté que los de la policía decían que había estado drogado antes de lanzarse, pobre, no eran ni dos días de haber vuelto y pasa esta desgracia, pero así es la vida, uno nunca sabe dónde termina.
Mientras, María contemplaba desde arriba. Piso 6, una terraza vacía, no hubo testigos. Parecía que tan solo pasaron unos cuantos segundos entre sentir el corrientazo de peligro en su espalda y ver como ese hombre con las pupilas dilatadas y balbuceando obscenidades salió de atrás de los tanques de agua para abalanzarse sobre su cuerpo. Ella no pensó dos veces y de una patada le alcanzó la cara, vio que el extraño perdió el equilibrio y protegiéndose la cabeza siguió pateando con todas sus fuerza hasta arrinconar al sujeto justo en el borde de la terraza, bastó un empujón y el resto fue verlo caer y caer en un inexplicable silencio que tan solo fue interrumpido por el sonido de su cráneo roto.
María siempre se había preguntado como reaccionaría ella en caso de darse la presente situación, jamás se imaginó que tendría la fuerza ni la voluntad para defenderse así.
Cuando bajaba las gradas de dos en dos empezó a sentir nauseas, al llegar al segundo piso entró corriendo a un baño para el personal del edificio y vomitó todo lo que había almorzado. Lo que más odiaba de vomitar era esa impresión de vacío que le quedaba en el alma, donde quiera que esta se encuentre.
Ya en la calle alcanzó un taxi que viraba por la esquina siguiente, le pidió al chofer que le llevara al Parque Inglés. Cuando llegó María encendió un cigarro y se sentó en la banca donde desde hace más de 15 años se sentaba cada vez que estaba asustada. No quería ir a su casa pues sabía que nada más llegar sus padres empezarían por preguntar por qué llega tan tarde y si se da cuenta de lo esforzados que son ellos y lo desconsiderada que es su actitud. Así que se quedó en el parque, la banca le era tan familiar que percibía su roce casi como una caricia consoladora. Sentía como la adrenalina poco a poco iba dejando paso en su cuerpo a un horroroso temblor de piernas, las lágrimas comenzaron a subir por la garganta y en fuertes sollozos fue sacando de sí misma todo el terror, el sentimiento de abandono y la estúpida culpa que sentía por no haber pedido auxilio; de alguna forma se fue acurrucando en la banca y dejando su mente en blanco se quedó dormida.
Despertó cuando clareaba el día, su abrigo estaba tan helado que parecía mojado, en el parque no se encontraba un alma; María se preguntó cómo había podido dormirse ahí en ésa banca en medio de la soledad rodeada de árboles y el murmullo de la ciudad; se incorporó y caminó hacia su casa al otro lado de la calle, al pasar por la garita del guardia del condominio en el que vivía vio que éste dormía un sueño profundo y pesado, no la oyó entrar, todo parecía indicar que la sensación de seguridad de los vecinos del condominio no era más que eso: una sensación.
Una vez en su habitación María intentó dormir, la posibilidad del insomnio le horrorizaba, lo único que quería era dormir, dormir y olvidar. Dos horas más tarde la presencia de su madre que le cobijaba le despertó, sus piernas le dolían con un dolor profundo que iba hasta el hueso, era el frió del parque y el susto que se habían instalado en su cuerpo.
Luego de bañarse y vestirse se miró al espejo, y se dio cuenta con miedo de que se había puesto la ropa que le hace sentir fuerte, ella que solo quería olvidar lo que la noche anterior había pasado, ella, inconscientemente, se estaba preparando para otro día de lucha. Salió de la casa con la sensación de usar un disfraz.
María miraba su sombra pensando en lo frágil que era, estaba cansada, cansada de estar en esa casa que no sentía suya, cansada de pensar que la gente que le rodeaba de alguna forma le negaba la posibilidad de ser débil, de derrumbarse (María tienes que ser fuerte, María tienes que cumplir tus metas, graduarte, tener éxito, no te puedes quedar embarazada, no puedes tener vicios, da el ejemplo, etc.), injusto, malditos sean ellos solo alimentan una rabia grande dentro de mí misma que me come el alma.
La percepción de la justicia tan solo es eso: una percepción.
María en la universidad está encerrada en cuatro paredes, en 430 paginas que tiene el texto de historia de América Latina, en la pregunta que el profesor lanza sin estar seguro de la respuesta... En la calle es alguien que camina solo, su soledad constituye el casco y la armadura para enfrentar lo de cínico y descarnado que la realidad tiene, demasiado duro esto de vivir.
Cada piropo o patanada venida de rostros sin nombre en la calle le molestan tanto que le duelen, quisiera regresarse, no hacerse la sorda, contestar algo más obsceno, ofender, golpear. Malditos sean ellos otra vez, yo que me siento tan débil, siento el vivir como una carga, los días no cuentan para mi.
Ser débil, vulnerable, para María es aparentar, solapar su fuerza, hacerse el juego; resistir y mantenerse viva en el cotidiano tan solo servía para sorprenderse a sí misma.
Irónicamente, y gracias a este juego de sorpresas, María cree en la vida, pero en la vida fuera de ella, su optimismo es un eje diametralmente opuesto a su vida misma, ama la naturaleza, tiene fe en el señor que vende el periódico, en el agente de transito que ve todas las mañanas, en las grandes luchas, en la gente, aunque ella no se sienta parte de eso llamado gente.
Para ella tan solo la lucha vana, está segura que va a perder.
María cruza una y otra vez las calles que le llevan al sector donde se encuentra la Universidad, al salir de clases siente como si respirara otra vez, pero al cruzar la puerta blanca que da a la calle le entra un miedo gigante, todo un recorrido de ciudad ajena antes de llegar a su casa y sabe que cuando este ahí, volverá el delirio ambulatorio y querrá salir y así en círculos de angustia que no acaban. Se sube un bus marca Mercedes Benz placa no. PIR 879 Cooperativa CATAR, ese tipo de detalles le anclan la existencias, le aportan algo de real; María casi nunca toma este bus, pero ya estaba harta de la conversación tonta y comprometida socialmente de sus compañeros y cogió el bus que primero asomó por la avenida, 15 minutos más tarde se da cuenta de que acaba de pasar por el edificio de la noche anterior, un afán por comprobar el espacio hace que se baje del bus y se quede mirando, absorta, la silueta que hay dibujada en el piso, se imagina que al recoger el cadáver los policías marcan la silueta y toman fotos y huellas, esas cosas que se ven en las series gringas que ve en la tele su papá; pero que estúpido es pensar eso si es obvio que en esta ciudad de mierda a la gente no le importa ver un muerto tirado en la vereda, seguramente lo encontraron hoy ya entrado el día y no se lo llevaron enseguida porque con la cantidad de borrachos tirados que amanecen en las calles uno más no llama la atención, y cuando se dieron cuenta de que estaba muerto los presentes en el hallazgo, luego del susto y la primera impresión, se alegraron de tener algo interesante para contar.
María tiene la plena certeza de que ayer nadie le vio entrar ni salir, milagrosamente, el guardia de recepción del edificio no se encontraba en su puesto, ella paso de largo, el ascensor estaba vacío, tenía un nudo en la garganta que aumentaba de tamaño conforme iba subiendo de piso, en el piso 3 casi se arrepiente y manda a parar el ascensor pero siguió; un suicida no termina de serlo hasta que logra su cometido, antes es una persona que piensa en la muerte, en la suya. Maldita sea yo quería morir y lo único que logré fue hacer que otro muera.
Cuando llegó a la terraza se sintió como quien llega a un lugar familiar, pese a haber estado varias veces en el edificio, María jamás había estado en la terraza hasta la noche de ayer, hace dos años que José se había ido, el departamento estaba vació, ella no había vuelto desde esas fechas, curiosa inconsciencia decidir conjurar la muerte en el lugar donde había vivido tan intensamente.
Desde la terraza María contempla como la tarde se va, ya no siente el alborozo ingenuo que sentía cuando era adolescente y miraba el crepúsculo, ahora sólo es algo lindo en lo que de vez en cuando se fija.
De lo sucedido anoche no cala nada aún en su consciente, es como si tuviera que incorporarlo al cotidiano para que sea real; es por esto que vuelve al edificio, y se queda en la terraza mirando la tarde y recordando como pasaba
horas enteras con José mirando el cielo en su cuarto.
El vacío empezó cuando él se fue, luego no ha hecho más que agrandarse dentro de sí, llenándola de nada.
No ha tenido noticias de él desde hace meses, cuando ella cayó en cuenta de que sus mails y envíos no eran más que estirar estúpidamente el recuerdo, querer seguir creyendo en algo que ya no es. José llamó una o dos veces hasta que luego pareció entender lo que quería decir su silencio.
Ahora María cansada de tanto ayer y ya que la tarde terminó su agonía se va, al pasar por el puesto de recepción el guardia, reconociéndola, le saluda y le pregunta si se confundió, que ya toda la familia salió para el Cementerio; ella se queda mirando sin poder entender lo que dice, hasta que el guardia al fin dice la cadena de aclaraciones que obligadamente tiene que venir luego de semejante mal entendido del destino:
-¿Qué no esta enterada? Y mirándola con pena agrega,
el jóven José falleció ayer, le encontramos a la madrugada tirado en la calle con la cabeza y el cuerpo rotos, se había lanzado desde la terraza, nos pidieron a mi y al guardia del turno de la noche que no digamos nada pero yo le comento a usté que los de la policía decían que había estado drogado antes de lanzarse, pobre, no eran ni dos días de haber vuelto y pasa esta desgracia, pero así es la vida, uno nunca sabe dónde termina.
Muy buena historia... como siempre un final inesperado que le otorga al cuento eso, la idea de ser un cuento y no una historia concebida desde el primer momento, aunque en realidad lo fuera.
ResponderEliminarSin embargo el estilo aún no es bueno. Demasiadas redundancias, errores grmaticales y semánticos... Es necesario pulir eso.
Pero hay verdadero talento.
Felicidades
me gusta como describes y el ritmo
ResponderEliminarBueno, me dijiste que te comente... hay algunas consideraciones. Unas de estilo, otras de estructura, de lenguaje y de construcción de temática y personaje. De alguna manera, el personaje de María está más o menos desarrollado, pero solo lo muestras luego de relatar de una manera bastante lenta y lineal lo que sucedió con el chico al que ella mató lanzándolo por la terraza. Deberías dar más pistas al lector acerca de ella, por ejemplo, dentro de toda la neurosis que en algún momento llegas a describir, no se justifica el que no haya reconocido en su atacante al “joven José”. ¿Porqué no lo reconoció?¿qué hacía él ahí?¿Desde cuándo no se ven?¿Porqué?... falta trabajar mucho en ese personaje, aún cuando quieras que la historia gire en torno al conflicto de María, es necesario saber un poco más de ese chico. Por ejemplo, podrías establecer comparaciones entre el aspecto del delincuente y el recuerdo de José. Ese personaje debería ser un poco más fuerte en la vida de María; en tu relato aparece muy tarde, me parece...
ResponderEliminarAlgunas consideraciones sobre la forma y el estilo:
ResponderEliminar“Pequeño camino que se metió en una PEQUEÑA grieta”… aquí hay redundancia con el adjetivo “pequeño”. Si se trata del hilo de sangre, podrías decir algo como “la sangre corría lenta, como un hilo delgado, hasta meterse por una pequeña grieta de la acera cuyo destino final sería la alcantarilla…”
“las lágrimas comenzaron a subir por la garganta…” Esta imagen es un poco confusa. El llanto sube como una sensación por la garganta, las lágrimas resbalan hacia abajo por el cuello. Pero eso de que las lágrimas suban es poco probable en un relato de corte realista como éste, y puede confundir un poco al lector.
Aquí la redacción es un poco confusa: “Sentía como la adrenalina... etc”, se supone que el sujeto es “Ella”. Luego de la coma (,) el sujeto parece cambiar, y es “las lágrimas”; pero luego dice “en fuertes sollozos fue sacando de sí misma todo el terror…” aquí, por la continuidad de la redacción parece que el sujeto que fue sacando todo el terror es “las lágrimas”. Hay que reescribirlo para que sea más claro.
En general podrías trabajar más en el estilo. Por ejemplo, en esta frase se ve una redacción todavía muy inocente y directa: “Al pasar por la garita del guardia…” no es necesario aclarar algunas cosas. Podrías decir “ al pasar por la garita que está a la entrada del condominio, encontró al guardia sumido en un sueño profundo y pesado”, por ejemplo. Si ya dices que va a su casa, redundas al aclarar “condiominio EN EL QUE VIVIA”, eso se sobreentiende. Igual al decir “garita DEL GUARDIA”
“todo parecía indicar” es un lugar común, heredado de la literatura en inglés traducida al español. Nuestro idioma es más rico en expresiones, y un buen relato creo que debería tratar de encontrarlas.
Esta frase: "Una vez en su habitación María intentó dormir, la posibilidad del insomnio le horrorizaba, lo único que quería era dormir, dormir y olvidar. " Tal vez, si te plantearas reescribir el cuento, creo que sería una buena idea comenzarlo con esta frase, y contar lo sucedido a manera de flash back. Le daría más interés.
"...injusto, malditos sean ellos solo alimentan una rabia grande dentro de mí misma que me come el alma.
La percepción de la justicia tan solo es eso: una percepción." ¿Quién dice esto? Aquí el narrador no está claro…
que bien que el javier le haya echado tanta cabeza. gracias jav.
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