el sexo idiota

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miércoles, 2 de diciembre de 2009

Ecuador y sus letras de bajo perfil

Como a veces le pasa a la selección de fútbol, se jugó bien, pero faltaron goles; de modo que en el mundillo de la literatura local todavía se lamenta que “Jardín Capelo” no haya alcanzado el premio Rómulo Gallegos de este año, aunque la misma Elena Poniatowska haya dicho que la novela tuvo buenas posibilidades de triunfo.

Esta circunstancia no podía ser más oportuna para quien esto escribe, que estuvo elucubrando durante trece días sobre cómo abordar el delicado y escabroso tema de los “escritores de bajo perfil”. Ahora, mientras los que componen el catálogo de la literatura nacional contemporánea se ponen a favor o en contra del jurado, quizá estas líneas no pasen desapercibidas del todo.

El problema es comprender qué son los escritores de bajo perfil, de qué están hechos y para qué sirven.

Talvez podríamos empezar diciendo cosas como “son de bajo perfil, pero de buen nivel”; y desparramar una retahíla de argumentos con el afán de convencer al lector de que en Ecuador, alejados del catálogo anterior, existen unos seres clandestinos, cuasi interplanetarios, que de día viven con la pasmosa normalidad del estudiante de leyes, o la del oficinista común y corriente, y por las noches se transforman, por obra y gracia del insomnio, en elementos de esa vanguardia literaria que el país está esperando hace años. Una suerte de kriptonianos infiltrados, entre los cuales no sería raro encontrar algún reportero silencioso y bonachón.

Ayudaría mucho hacer una lista de nombres, por supuesto desconocidos, aunque su existencia sería desmentida con el ejercicio sencillo de explorar la guía telefónica.

O talvez podríamos ensayar la idea opuesta y decir “piensan que tienen buen nivel, pero son de bajo perfil”.

Claro, tal afirmación sin duda afectaría a los del catálogo, que de inmediato abandonarían sus apacibles reflexiones en torno a los resultados del premio venezolano para arremeter contra el que suscribe, para lo cual soltarían engorrosos textos sobre literatura nacional y sus propios aportes a ella; y sobre la noble gestión de impulso a los nuevos autores -alumnos y seguidores del catálogo- que las entidades culturales del país han estado desarrollando en los últimos años.

Por eso, para evitar problemas que sobrepasen los tres mil caracteres, mejor comenzar con la afirmación de la escritora mexicana, y apelar al orgullo nacional del lector desprevenido.

Aunque sería más honesto decir que en general, toda nuestra literatura es de bajo perfil. Decir que hoy, cuando los ojos del mundo se posan en las letras latinoamericanas, parece que nuestra pequeña comarca, con todo y sus premios y sus fondos concursables, se va a quedar otra vez sin un representante, porque desde la sexta década del siglo anterior no aparecen narradores con la sensibilidad para construir historias fuertes y trascendentes.

Y decir que aunque ya se escucha hablar de un tal Zaldumbide, que estando alejado de los dimes y diretes del mundillo de la cultura se ha convertido en el único compatriota incluido en la “Antología de la novísima narrativa latinoamericana” que Mondadori publica este año, una golondrina no hace verano; y que ojalá el tiempo, que todo lo puede –para apelar a un recurso de bolerista empedernido- logre arrebatarle al suscrito algo de la razón sobre la que se sostiene toda la vanidad de estas líneas breves.

(Texto publicado en el Número 68 de Revista La Casa - versión sin editar)

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