Calle Flores
Día soleado,
los viejos esconden su temor al sol,
paraguas y putas en la calle de las lanas.
Camino esperando que tu silueta
desdibuje las sombras que mi soledad
proyecta en las paredes.
Vos no asomas.
Bajando por la calle larga
una señora gorda con un atado de cebolla
pasa con su presencia primordial
Logra hacer que la humillación me ataque por la espalda.
Anhelo poder hallarte y
amarrar con palabras el desencanto que la realidad produce.
Paso fugaz entre el gentío.
Sin destino aparente.
Sin tiempo estimado de llegada.
Uno
Nos arrastramos calle abajo
como los seres execrables
que somos.
Vanguardistas por incrédulos.
Tibios en el conjunto del querer hacer,
del querer querer.
No es culpa vana haber crecido en este pedazo de suelo seco,
el llanto de tanta muerte rebota contra las paredes de mis oídos
y sin embargo ya no produce eco.
Quito emperrado, de tanta lluvia,
es tan solo la imagen borrosa de una bruma
amarga de edificios.
Pataleos de mediocres clases medias.
Medias muertas.
Siempre a medias...
Ciudad cambiada de identidad
Adolescente en pleno siglo XXI.
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