Destejo un vestido blanco
Alargando el tiempo para no convertirlo en mortaja.
La insalvable distancia que nos separa
Se cuenta por calles en esta
Ciudad de hastío.
Que fácil marcar un número
Dar respuesta a tus cartas impalpables.
Por rencor puse mi casa en una montaña
El digno pedestal del resentido.
He logrado vivir estos días
Haciéndole el juego al olvido
Con un desorden de huesos
En el absurdo intento de acomodarme a tu ausencia
La herrumbre que de mí escapa
Es el puro miedo a tus adioses adelantados.
En el insomnio doy a luz un soliloquio,
El ínfimo consuelo a la vigilia del desastre.
Estamos pagando el precio
Por negarnos amables
Ahora solo nos quedan las máscaras
Dentadas de la cobardía
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